miércoles, 18 de mayo de 2011

La pretendida hegemonía ideológica puede contrastarse

La pretendida hegemonía ideológica puede contrastarse


Luján (Buenos Aires), 17 May. 11 (AICA).- El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, reconoció que para los cristianos es más fácil comprender y vivir la condición de discípulos, que la de misioneros, y aseguró que muchos pueden preguntarse “cuándo, dónde, cómo puedo ser misionero yo, que deseo ser un verdadero discípulo de Cristo”.

“Hay que responder: siempre y en todo lugar, procurando en primer término que el testimonio de tu vida manifieste tu fe, y ayudando a los demás a acercarse a Jesús; en las circunstancias cotidianas y en el ámbito natural y más cercano de irradiación: en la familia, en el barrio, en la escuela o el trabajo, entre los amigos y vecinos. Somos portadores de Cristo, cristóforos; lo llevamos con nosotros, como María, como la Iglesia, y lo comunicamos con alegría, porque esta función misional es inseparable de nuestra vocación cristiana”, aseveró.

El prelado platense hizo hincapié en la condición de misionero de los cristianos en el marco de la 112ª peregrinación arquidiocesana a la basílica de Nuestra Señora de Luján, que se realizó este sábado.

Tras señalar que “debemos reconocer también que cada cristiano, en la medida de sus posibilidades, tiene que prepararse para participar de la misión eclesial mediante la oración y alguna forma de estudio que le permita actualizar su conocimiento de la fe y en consecuencia lo habilite para responder adecuadamente a quien le pida razón de ella”, puntualizó que “las parroquias, sobre todo, deben ser auténticos centros misioneros, escuelas de la verdad católica y comunidades de oración”.

“De una seria renovación espiritual y pastoral de nuestras comunidades y de un nuevo vigor de la fe y del fervor misionero de los miembros de la Iglesia depende el futuro del catolicismo en la Argentina”, subrayó, al tiempo que advirtió que “en los últimos años se han acentuado en nuestra sociedad los síntomas de un cambio cultural que no es, sin más, un fenómeno espontáneo, sino el resultado de un proyecto global cuidadosamente preparado”.

El arzobispo platense alertó que “se intenta imponer una hegemonía ideológica con nuevos paradigmas de pensamiento y de vida: una nueva imagen del hombre, de su origen, esencia y destino; una nueva concepción de la vida y de la muerte, del amor y la sexualidad, el matrimonio y la familia; una nueva visión de la historia, en la que desaparezca la memoria del aporte cristiano”, y recordó que “las ideologías no pueden imponerse perdurablemente por la fuerza; podrán dominar durante un tiempo mediante la violencia si logran superar las reacciones contrarias; pero al fin las realidades esenciales de la naturaleza humana volverán por sus fueros”.

“El cambio radical que se pretende operar requiere ser preparado mediante la transformación del modo de pensar de la sociedad; hay que crear un nuevo pensamiento y nuevas valoraciones, construir un sentido común de la gente que responda a la ideología, dosificando la intoxicación espiritual para que no se advierta con claridad hacia dónde se desliza la opinión general. Para lograr ese trasbordo ideológico inadvertido es preciso apoderarse de los centros de creación de cultura, las universidades, el sistema educativo en su conjunto, los medios de comunicación, los ámbitos artísticos; sobre todo se aspira a educar con esas intenciones a las nuevas generaciones desde la niñez. Un lúcido comunista italiano, Antonio Gramsci, señaló que los dos grandes obstáculos eran la Iglesia Católica y la familia, que por lo tanto era preciso desprestigiar a la Iglesia Católica y destruir a la familia. Es lo que está ocurriendo, y desde hace tiempo, ante nuestros ojos”, indicó.

Monseñor Aguer estimó que “ese proyecto no podría cumplirse con éxito si no se logra que los mismos católicos se mundanicen y adopten los nuevos modelos de pensamiento y de vida que se quiere imponer a la sociedad”, y aseguró que “las crisis internas de la Iglesia, el prejuicio progresista contra la tradición católica, la corrupción de la doctrina y de las costumbres, son hechos penosos que al igual que el desinterés y la frivolidad colaboran eficazmente con el plan destructor”.

“¡No tener miedo!. ¿Por qué tenerlo, si estamos con María, si perseveramos unidos a ella en la oración, si ella nos acerca a Jesús que nos la da como madre y atrae sobre nosotros al Espíritu Santo?. Que sea hoy ésta nuestra aspiración y la súplica que dejamos a sus pies: que se nos quite el miedo de ir contra la corriente, y que podamos arrostrar con buen ánimo, con alegría, los obstáculos y las seducciones que se oponen a nuestra vocación cristiana. Que ella, Nuestra Señora de Luján, tenga piedad de la Argentina. Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, sino líbranos de todos los peligros, siempre Virgen gloriosa y bendita”, rezó en el final.



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